Fundamentos Antropológicos de la Sexualidad Humana
El concepto de la sexualidad no está reducido a la relación sexual. Tenemos que empezar por ubicarnos en el todo y no quedarnos con la parte: es cierto, la sexualidad tiene que ver con el acercamiento del hombre y la mujer y las relaciones físicas (a las que en primera instancia se suele reducir la sexualidad) pero no se agota allí. Debemos decir que la sexualidad está con nosotros desde el momento de la concepción, es decir desde que se une óvulo y espermatozoide. Por eso en el acta de nacimiento figura: sexo masculino o sexo femenino. Pero aquí de nuevo se tiene que repetir la advertencia anterior: no podemos reducir esta identidad sólo al plano físico. Cuando hablamos de identidad nos referimos a ese núcleo íntimo que nos hace ser varones o mujeres y del que brota todo lo demás. B.- Concepto de sexualidad Para acercarnos a un buen concepto de sexualidad utilizaremos dos definiciones complementarias entre sí. Como muchas otras realidades miraremos a la sexualidad como dato (datum = lo dado) y como tarea. Dato y tarea son, como la vida misma, dos caras de la misma moneda: lo que recibimos y lo que debemos hacer con eso que recibimos. De aquí se deriva una fuerza interior que está referida a la afectividad, a la capacidad de amar y a la aptitud para relacionarse con los demás. Es la expresión de la totalidad de la persona. Maneras determinadas de sentir, amar y reaccionar que, tanto en el hombre como en la mujer son distintas. D.- La educación sexual Por último es importante establecer algunos criterios acerca de lo que es la educación sexual. Su justificación es sencilla: la sexualidad en cuanto dato necesita un acompañamiento correcto para lograr el más grande despliegue posible. Por ello es necesaria una educación sexual y es de máxima importancia que esta educación sea acertada. Para tener mayores elementos de juicio comencemos con una definición: "Todo aquello que una persona necesita aprender (conocimiento y actitud) desde que nace y que le capacita para llevar una vida feliz con una pareja estable y permanente". (Vollmer y col.) Esta educación no se agota en la transmisión de información sino que debe estar orientada a la formación de actitudes positivas. Obviamente la información debe reflejar necesariamente la verdad pero también la conducta de los educadores (padres, maestros, profesores, etc.) debe ser lo suficientemente coherente como para generar virtudes. Estos dos conceptos se pueden sintetizar en la frase del Prof. Lagares: "Debemos enseñar a niños y jóvenes a conocer, ejercer y dominar su propia sexualidad, porque de lo contrario sería aceptar que la sexualidad es un determinismo biológico que inhiere sólo al plano genital, lo que de hecho, la ciencia y la experiencia ya se han encargado de desmentir". En última instancia debemos decir que con esta visión estamos superando un paradigma de educación sexual que ha estado centrado (y en algunos casos sigue centrado) en el genitalismo (descripción muchas veces irresponsable de los órganos sexuales y su funcionamiento ) y la «reproducción» (que queda reducida a la anticoncepción). En su lugar responde más a la naturaleza humana centrar la educación sexual en tres pilares:
![]() La persona humana Para entender la sexualidad hay que empezar comprendiendo a la persona humana. Por eso hemos querido poner el eje en dos puntos fundamentales: a) La unidad cuerpo-alma espiritual de la persona humana. b) El triple dinamismo operativo o tres niveles de acción de la persona. A.- El hombre una unidad muy particular(Unidad substancial de cuerpo y alma espiritual) Si alguien conoce a otro físicamente pero no ha tenido trato con esa persona (o sea con su interioridad, aunque más no sea en un grado muy elemental) se dice habitualmente "conozco a fulano pero sólo de vista". A la inversa, si se conoce su pensamiento a través de cartas o escritos de cualquier índole, esto no autoriza a decir que realmente se conoce a esa persona en el sentido más profundo y auténtico de la palabra. Este sencillo ejemplo nos habla a las claras de la doble realidad presente en el ser humano. Por eso decimos que la persona humana es una unidad con partes: esto quiere decir que cada hombre está compuesto por un principio material, su cuerpo y uno inmaterial, su alma espiritual. Dicho de otro modo: todos tenemos exterioridad e interioridad. Ambas partes siempre juntas, alma espiritual y cuerpo, son la persona humana. Somos unidad, totalmente inseparables: yo y mi cuerpo, mi cuerpo y yo. Así como yo soy importante así es importante también mi cuerpo. Nuestro cuerpo es tan bueno y valioso como nosotros mismos. Por tanto no somos prisioneros de un cuerpo ni "tenemos" cuerpo, como si este fuera una cosa que se poseyera como se posee un reloj o un auto: somos corpóreos y somos espirituales, ninguno de las dos partes es un agregado posterior a la otra. Cierto que el alma tiene un grado mayor de importancia, pero esto no porque el cuerpo sea una parte indeseable de toda persona. Por tanto tampoco se debe tomar al cuerpo como la causa de todos los males. Por tanto el cuerpo no es malo ni fuente de pecado. No se puede entonces desvirtuar la unidad natural dividiendo alma y cuerpo, como si el alma fuera buena y el cuerpo malo. Si se separan ya no hay persona, ya no hay una realidad viva y existente. De ahí que es igualmente falso tratar al alma como si fuera "toda la persona" o al cuerpo como si fuera "toda la persona". De esta unidad que por ser tan profunda llamamos substancial, podemos extraer conceptos fundamentales para entender la sexualidad, especialmente en la línea de la identidad, la comunicación y la responsabilidad: a) Identidad: A partir de la unidad cuerpo-alma espiritual descubrimos que ser persona humana equivale a ser persona sexuada, varón o mujer. Es un dato que se ve en lo exterior pero que es expresión de la integridad. Al ser corpóreos somos sexuados, persona mujer o persona varón desde el momento en que se unieron el espermatozoide y el óvulo de nuestros padres. A partir de entonces tenemos cromosomas XX (mujer) o XY (varón) en todas nuestras células. En este caso la misma configuración del ADN, así como todos los demás rasgos sexuales primarios y secundarios son un "afuera" que expresa en forma inequívoca una caracterización interior, esto es, del alma. Además se es mujer o varón en todo momento: ninguno deja (ni puede dejar) de "ser varón" o "ser mujer" para impartir su clase, por ejemplo, como si fuera un "saco" que se usa sólo en ocasiones o como si fuese una característica manipulable por la libertad. En realidad es una realidad metafísica constitutiva de nuestro ser persona y por lo tanto no es modificable. b) Comunicación: La unidad habla del aspecto fundamental que da sentido a la comunicación: una caricia con afecto es infinitamente más que simplemente «pasar una piel sobre otra» o una palabra agradable más que «un conjunto de sonidos». c) Responsabilidad: todo lo que «se haga» a un «cuerpo» se lo está haciendo a la persona entera (y quien lo hace es una persona entera). Sería ridículo que cualquiera de nosotros luego de darle una bofetada a otro tratara de argumentar en su favor: "No fui yo, fue «mi mano»; además que te quejas si le pegué solamente a tu cuerpo". La respuesta más lógica sería: "Nada de cosas, tú me pegaste a mí". El ejemplo, un poco extremo y gracioso, nos muestra a las claras que este es un concepto que habitualmente se sabe sin ningún tipo de estudio pero que a veces se solapa en pos de consentir actos que contradicen la naturaleza humana y sus exigencias. Todo lo que le hacemos «a otro cuerpo» se lo hacemos «a una persona». Así como debemos respetar a la persona, debemos respetar su cuerpo ya que nadie puede ser ajeno a la acción buena o mala que se haga en su cuerpo. De este modo comunicación y respeto aparecen como el don y la responsabilidad naturales que surgen de la comprensión integral de la persona. Por lo tanto son dos ejes fundamentales para entender qué es la sexualidad, de dónde le viene su profundidad y por qué ella misma tiene unas exigencias muy precisas. Se trata de descubrir las dos dimensiones de la sexualidad: amor y responsabilidad. El amor cariñoso expresado en la integridad de la persona (también en su cuerpo) garantiza la posibilidad de la responsabilidad. Y la responsabilidad por el otro, «responder por» el otro también en su cuerpo, es la clave para descubrir un amor auténtico y desinteresado. ![]() Crecimiento en el amor A partir de la comprensión que tenemos de la persona (quien es sexuada y actúa desde esta sexuación), podemos ver todo un desarrollo que nos va a ayudar a entender el fenómeno del amor. Por ello partamos de la base del ejemplo de la pirámide y los niveles de acción. A cada nivel de acción corresponderán valores, emociones y productos de esas emociones que nos ayudarán a completar un cuadro ordenado de lo que por lo general sucede en nuestro interior. A.- Valores Los valores son características que tienen o poseen las cosas y las personas. Estas "características" impactan en nosotros que descubrimos su importancia. Los valores presentes en la persona (aquellos que tienen relación con el proceso del amor) Comencemos por los valores que están presentes en la persona. La persona humana tiene un único valor (su dignidad es la más alta de la creación) pero así como la persona siendo una tiene diversas formas de actuar, este único valor, supone varios valores intermedios que nos descubren su grandeza. Cuando una persona se pone en relación con otra de sexo complementario entran en juego sus dinamismos, su ser bio-psico-espiritual. Correspondientemente con sus dinamismos, la persona encarna unos valores con características muy definidas. Conociendo qué valor es el que está en juego podremos reconocer de qué tipo de relación se trata y qué podemos esperar de ella. Al dinamismo físico corresponde el valor corporal. Al dinamismo psicológico corresponde el valor sexual. Al dinamismo espiritual corresponde el valor personal. A 3. Valor Corporal El cuerpo es una parte fundamental de la persona, parte de su comunicación. Cuando hablamos de valor corporal tenemos que tener en cuenta algunas cosas:
Esta es la paradoja de los valores: si los sacamos de su lugar y no reconocemos su justa medida los convertimos en antivalores. Por ejemplo: una chica se arregla cuando va a una fiesta. Ella está cuidando su cuerpo pensando en agradar a los chicos. Esto está muy bien porque cuida su apariencia y se embellece en función de evidenciar más un valor que posee. Hasta aquí no hay ningún problema. Pero si nuestra amiga piensa que lo único que la hace importante (y por lo tanto atractiva) es su cuerpo está sacando de lugar ese valor. Al sobredimensionar uno de los valores que posee, se está desvalorizando como persona. Incluso su mismo cuerpo se desvaloriza. Porque si el cuerpo no conduce a valores más profundos pierde sentido. Lo mismo ocurre con el muchacho que se la pasa en un gimnasio porque cree que si no tiene músculos de levantador de pesas vale menos como persona. O cuando en las relaciones entre hombres y mujeres lo único que se busca es un cuerpo lindo o atlético. Quien se dirija a otra persona con esa intención la estará desvalorizando y se estará desvalorizando a sí mismo. ¿Cuál es verdadero valor del cuerpo? El cuerpo tiene que «transmitir» a la persona: ni se debe ocultar totalmente ni se debe usar como «herramienta» para llamar la atención. En el último caso solamente estaría mostrando un cuerpo como puede haber muchos. Lo que hace único y especial a un cuerpo es la persona, la totalidad, la suma de lo exterior y lo interior. En esta suma está el valor del cuerpo. Por eso el cuerpo debe conducir a los demás hacia la profundidad de uno mismo, de «mi persona». Es (en la mayoría de los casos) el primer paso para conocer la persona total. A 4. Valor de identidad/complementariedad (sexual) Como hemos visto en nuestro proceso de crecimiento, desde el momento de nuestra concepción tenemos una identidad: somos hombres o mujeres. Somos únicos e irrepetibles pero al mismo tiempo «incompletos». Nuestros cuerpos pueden estar completos pero dentro hay algo que dice que para estar plenos nos hace falta una compañía. Pero esa compañía no puede ser de cualquier tipo: tiene que aportar lo que, en líneas generales, a cada uno le hace falta. Justamente lo que le hace falta a la mujer está en la masculinidad del hombre y lo que le hace falta al hombre lo tiene la femineidad de la mujer. Es a lo que se llama «complementariedad». Es esa inexplicable magia (muy notoria desde inicios de la adolescencia) que hace que los chicos se acerquen a las chicas y ellas a ellos. Ahí reside la fuerza de este valor: así como el cuerpo expresa a la persona toda, la psicología muestra un temperamento, una forma de ser que requiere ser complementada y que al mismo tiempo quiere complementar a otro. Por ello este valor no atrae a la persona, en primera instancia, por la persona misma, sino más que nada por lo que tiene para dar. El primer impacto de este valor siempre es fuerte, ya que todos necesitamos la complementación y es un profundo anhelo de toda la vida. Pero además es poco o nada racional y está totalmente a merced de los estados de ánimo, por lo que su duración dependerá de la no aparición de un impacto mayor. Por ello las experiencias surgidas de este valor no pueden ser lo que fundamente una relación seria. En su ímpetu este valor nos puede confundir (y a los adolescentes suele hacerlo con bastante frecuencia). 5. Valor personal Se relaciona directamente con el nivel espiritual: este es el valor más importante que tiene toda persona. Todos somos conscientes de que quienes nos rodean son personas. Esto implica que cualquier reacción física o psicológica se tiene que elevar al nivel personal para cobrar verdadero sentido humano. Básicamente este valor nos dice: "Más allá de que me guste su cuerpo o me sienta bien con él o ella, lo más importante es que es una persona, y eso es lo que la hace verdaderamente valiosa". El valor personal es el que le da sentido a los demás. El valor personal se refiere también a lo físico y a lo psicológico, pero asumidos y elevados a un nivel superior: el nivel personal humano. A partir de la captación de este valor adquiere verdadero significado la complementariedad. En el valor personal nos damos cuenta que existe un núcleo íntimo, donde se juega en última instancia la dignidad, en el que hombres y mujeres somos iguales: somos personas humanas. Por eso nos podemos comunicar y entregar. En última instancia por eso podemos formar comunidad. Sin este valor la entrega no tendría ningún sentido: nadie puede entregarse a algo menos valioso, pues se estaría rebajando. Y justamente la entrega a otro en el amor es lo que más eleva y realiza al hombre. Comprender el valor personal es la condición para que los dos valores anteriormente referidos se vean correctamente dimensionados, con un intensidad nueva y más real. De la consideración del valor total y abarcante de la persona surgirá el verdadero amor, el amor de virtud, que por lo tanto referirá a la cercanía afectiva y a la atracción física en una dimensión de justicia. La sexualidad se entiende sólo en la medida que se comprende y vive el valor personal. Por lo tanto ella no es un bajo instinto o un mal necesario. Es una importante y valiosa dimensión de la persona y está en ella para colaborar en su búsqueda de la felicidad. Descubrir este sentido de la sexualidad (su verdadero sentido) es el único camino para lograr que el adolescente la vea como ella es y asuma el hermoso desafío de responder a sus exigencias: si se entiende a la sexualidad como grande y sublime, íntimamente relacionada con el amor que los padres se tienen y del cual el chico es fruto, la virtud brota por sí misma. Pero si se la ve como una especie de "mal necesario" o simple objeto de "pasatiempo", es poco lo que se podrá hacer en este terreno. B.- Emociones Una emoción es un movimiento interno de la persona frente a algo, interno o externo. Habitualmente se lo asocia con los sentimientos (según eso, una persona emocionada es, por ejemplo, aquella que llora), pero en rigor de verdad no todas las emociones se comportan de la misma forma. Así la atracción y el amor son emociones, esto es, movimientos internos producto del contacto de la persona con los valores presentes en el otro, pero no se relacionan únicamente con la sensación o estado psicológico. Por tanto una emoción es un cambio de estado interno producto de la relación de una persona con otra. Determinando qué valor es el que se capta se podrá saber de qué tipo de emoción se trata: si física, si psicológica o si personal. Lógicamente se apunta de entrada que la emoción más propia de la persona o al menos la única que puede sustentar vínculos humanos personales serios y profundos, es la que brota de la captación del estrato personal del otro. Así podemos continuar completando el cuadro de comprensión sobre este tema: La relación con el: Da lugar a la emoción: Dinamismo físico (valor corporal) Atracción Dinamismo psicológico (valor sexual) Enamoramiento Dinamismo espiritual (valor personal) Amor |
martes, 8 de noviembre de 2016
FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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